martes, 7 de mayo de 2013

Otra invitación a leer Historia de la sexualidad

Ya en el último capítulo del primer volumen de Historia de la sexualidad, Foucault nos mostrará cómo el centro de las prácticas gubernamentales no se sitúa abiertamente sobre los sujetos, es decir, la fase anatomopolítica ha pasado a ser más sutil que antaño, sino que se centran en las cosas por hacer con respecto a ellos. En las cosas que hacer con ellos, en el gobierno de sus vidas, pues la vida de la especie –la vida biológica– será la nueva protagonista de una política basada en la utilidad y en la productividad, valores de los cuales sacará renta máxima la Economía política, el saber que, como ejemplo paradigmático, se pone al servicio del nuevo biopoder.

Una invitación a leer Historia de la sexualidad

Historia de la sexualidad puede ser considerada una de las obras más completas y complejas de Michel Foucault, en ella están recogidas las cuestiones más importantes de su filosofía: la disciplina, los saberes como dispositivos de poder, la biopolítica y la libertad. El primer volumen, La voluntad de saber, está situado en la línea metodológica de Las palabras y las cosas o Vigilar y castigar, y es entre el primer y el segundo volumen donde se produce este desplazamiento, que va desde la consideración del saber-poder como centro y núcleo ontológico hasta la entrada en escena de la libertad como sustancia -constitutiva de la subjetividad-, que sale de su papel esencialmente secundario para volverse el eje alrededor del que pivotará el tercer volumen, El cuidado de sí. Si el primer volumen de Historia de la sexualidad trataba sobre la nueva scientia sexualis, es decir, sobre cómo se articulaban saber y poder para la administración de los cuerpos y con ello asegurar la recurrencia del capitalismo, el tercer volumen se adentra en aquello que la ontología pre78 no pudo dar cuenta, la libertad, retrotrayéndose al pensamiento clásico.

El lector que se adentre por primera vez en la obra de Foucault a partir de Historia de la sexualidad puede pensar, erróneamente, que el filósofo francés, al ver la aporía a la que le habían llevado tanto sus trabajos anteriores como ciertas tendencias sociales, se había refugiado en el pensamiento clásico, del que extraería todas las doctrinas necesarias para enfrentarnos al callejón sin salida contemporáneo y a lo terrible de la dominación. Foucault no pensó nunca en una vuelta desesperada y utópica a un mundo estoico o humanista. Foucault lo explica  sosteniendo la necesidad, no de retorno, sino de cierto préstamo de esas ideas de subjetividad clásicas, válidas y necesarias para plantear resistencias a los problemas contemporáneos derivados de un capitalismo feroz que, si bien no es omnipotente, penetra mucho en nuestras vidas cotidianas, más aún en tiempos de crisis y recortes.  


 

Apunte sobre la dualidad del padre Mariana

La figura de Juan de Mariana resulta controvertida pues convergen dos líneas de pensamiento que, postriormente, derivarán hacia posiciones enfrentadas. 
 
Por un lado, Mariana niega el principio de soletus legibus, privilegio del que disfrutaban los monarcas, similar a la inimputabilidad que se aplica sobre nuestro actual Rey (e Infantas). En este sentido, Juan de Mariana defendía la necesidad de la existencia de una limitación al poder. Tanto el como toda una tradición de pensadores españoles –y esto no es baladí, como veremos más adelante– reivindicaron que, frente a ese principio de soberanía ilimitada, debía situarse un conjunto de instituciones articuladas por el derecho, que servirían de control al poder monárquico, evitando la tiranía. En este sentido, podemos afirmar que el padre Mariana fue un defensor de esa razón de Estado limitada recogida por Foucault. De hecho, Mariana fue un defensor de los principios de resistencia y de rebeldía contra aquél monarca que se extralimitase en su acción gubernamental. Pero es en su obra económica donde podemos ver una segunda convergencia con otra ideología, el liberalismo e, incluso el neoliberalismo. 
 
Mariana fue un gran exponente del pensamiento monetario castellano del siglo XVII. Dicho brevemente, el jesuita consideraba que el dinero que poseía una persona era propiedad suya, por lo tanto, las intervenciones que se realizaban desde el poder, en forma de impuestos, al asfixiar al pueblo restándole poder adquisitivo, no eran otra cosa que una reducción de los derechos individuales. Como puede apreciarse, la vinculación de Juan de Mariana con el pensamiento liberal, y posteriormente con el pensamiento neoliberal, va quedando clara. Como el derecho, la propiedad privada y el consentimiento –soberanía– eran los límites legítimos que se imponían a la acción gubernamental, Mariana consideraba que sólo los súbditos podían estar felices si el Estado no intervenía en las políticas monetarias, causantes de descontento, deslegitimidad y empobrecimiento. Y así lo hizo constar en su crítica a las políticas monetarias puestas en marcha bajo el reinado de Felipe III. Como hemos podido comprobar, la figura de Juan de Mariana acompaña el recorrido histórico demarcado por Foucault, desde la razón de Estado hasta la nueva gubernamentalidad neoliberal. Por eso no es de extrañar que Mariana sea una figura reivindicada tanto por conservadores, como por progresistas y por neoliberales. De hecho, uno de los más influyentes think tank liberal lleva su nombre.
 
Para leer al padre Mariana:
Mariana, J., Del Rey y de la Institución real, BAE, vol.31, Madrid, 1950.

Breves apuntes sobre Foucault y la racionalización. Aviso a navegantes

Aviso a navegantes racionalistas, materialistas y kantianos. Sólo quiero traer a colación unas breves notas que he sacado de la lectura de "El sujeto y el poder", de Michel Foucault.

  • No hay que oponer razón a sin razón
  • ¿Hay una razón buena y otra razón mala?
  • La racionalización no debe tomarse como un todo
  • Razón es un término peligroso. Es mejor abordar racionalidades específicas.

Buenas noches.

La aporía que se muerde la cola


“El dinero humilla a todos los dioses del hombre y los convierte en una mercancía… Hasta el mismo amor, la relación entre hombre y mujer, se trueca en un objeto comerciable”[*]



 
Hasta este momento, he estado escribiendo sobre cómo el lado más tóxico de la modernidad ha culminado en un sistema económico, político, social y filosófico muy determinado: el capitalismo de corte neoliberal. Un sistema que, siguiendo el camino marcado por la implantación del dogmatismo racionalista más perverso, hace del sujeto algo carente de mismidad y totalmente artificial. Llegado a este punto, trataré de exponer el carácter aporético que impregna la concepción de sujeto, de libertad y de lucha política, pues si Michel Foucault sostuvo acertadamente que “De forma general, los mecanismos de poder nunca han sido muy estudiados en la historia”[1], nosotros podemos decir que tampoco los mecanismos de resistencia política lo han sido. Y esto nos lleva directamente a un callejón sin salida. Si Lenin se preguntó, nada más iniciado el siglo XX, ¿qué hacer?[2], nosotros, entrado ya el siglo XXI, sólo podemos hacernos una pregunta: ¿cómo hacer?, ¿cómo hacerlo?, pues quizás ya no hay que preguntarse por el qué, sino el por el cómo.

Los efectos más negativos y crueles del neoliberalismo han sido criticados desde muchas perspectivas. Sin entrar en detalles sobre el contenido de estas críticas, pues excede los propósitos de esta nota, nos centraremos en un aspecto: la mayor parte de las propuestas que se plantean como alternativa al neoliberalismo, como crítica a sus efectos y fundamentos, nos llevan directamente a un callejón sin salida del que es difícil salir airoso. Veamos qué sucede y por qué sucede.

Poco más hay que decir sobre el momento en el que estamos viviendo. De él han dado cuenta, desde diferentes puntos de vista, autores como Bauman, Negri, Agamben, Beck, Esposito, Butler y otros[3]. Si bien la lectura de sus obras es, como mínimo, de máximo interés, nosotros nos planteamos la situación aporética –y casi angustiosa– en la que vivimos en otros términos, huyendo de cualquier planteamiento metafísico, biopolítico o derrotista y optando siempre por la recuperación de un sujeto al que se le han arrancado, tanto un doble modo de ser como una constitución interna. Por lo tanto, nuestra propuesta, nuestra respuesta a ese cómo, es ontológica, pero también es política y mundana.

El lado perverso de la modernidad nos ha traído a un mundo que, siguiendo a Foucault, es un mundo sin hombres. El hombre no puede ser solamente aquel individuo animal perteneciente a la especie Homo sapiens. Tampoco puede ser una unidad individual dotada de un tipo de racionalidad –racionalidad, no lo olvidemos, animal– capaz de gestionar calculadamente el medio entorno en el que está inserto. Tampoco es una unidad de conducta[4]. Y, por lo tanto, si estamos en un mundo sin hombres, donde prima el lado biológico en detrimento de lo específicamente antropológico, tampoco habría política como tal. No obstante, sí hay un tipo de gestión, de administración, de control por parte de instituciones, pues un mundo sin hombres y sin política no es el estado de naturaleza descrito por Hobbes o por Rousseau, sino que es el mundo en el que vivimos: cuerpos y biopolítica.

Por lo tanto, el callejón sin salida en el que nos encontramos es el siguiente: el capitalismo neoliberal ha construido un mundo que es réplica exacta del mercado, un mundo en el que concurren sujetos humanos a los que se ha arrebatado su estatuto ontológico de hombre y, por lo tanto, ya no son hombres sino simplemente cuerpos sin forma, materia descualificada, flujos de capital, bienes y servicios. Entonces, ¿cómo el espacio antropológico puede seguir siéndolo si no hay hombres? La respuesta a esta pregunta es difícil, y no puede darse sin realizar previamente un análisis profundo de ciertas cuestiones.

... Y eso es lo que pretendo hacer durante estos días. Cafeína, nicotina y aporías.



 



[*] Marx, K., y Engels, F., El Manifiesto Comunista, Editorial Ayuso, Madrid, 1974.


[1] Foucault, M., “Entrevista sobre la prisión: el libro y su método” en Microfísica del poder, Ediciones La Piqueta, Madrid, 1980, pág. 26.
[2] Lenin, V.I., “Qué hacer” en Obras completas, Editorial Progreso, Moscú, 1981, págs. 1-203.
[3] Debido a que la exposición de las propuestas de todos estos autores se sale del objetivo de este trabajo, remitimos a la lectura de los siguientes textos:
Bauman, Z., Modernidad líquida, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999.
Negri, T. y Hard, M., Imperio, Paidós, Barcelona, 2002.
Beck, U. La sociedad del riesgo mundial : en busca de la seguridad perdida, Paidós, Barcelona, 2008.
Butler, J., Violencia de Estado, guerra, resistencia : por una nueva política de la izquierda, Katz-CCCB, Barcelona, 2011.
[4] Estas consideraciones sobre el hombre son lo que Foucault denomina modos de objetivación del sujeto. Maneras por las cuales, el hombre pierde su naturaleza antropológicamente humana. El hombre, por naturaleza, es algo más, y eso es lo que se trata de reconstruir.