viernes, 26 de julio de 2013

Durmiendo con el enemigo

Los anarquistas, los comunistas defensores del Estado sólo como fase previa a su extinción, los neoliberales (en el fondo, todos), los biopolíticos alternativos, los indignados apolíticos, los defensores de los nacionalismos periféricos, los nacionalsocialistas y los anarcocapitalistas –“ancaps”– de corte rothbartiano, han compartido la misma trinchera en su guerra contra el Estado. Todos ellos, y algunos más, han visto poder por todas partes, lo han sentido como la dominación más absoluta y el cercenamiento del desarrollo de sus potencialidades vitales. Han confundido derecho y hecho y, en ocasiones con maleficiencia, han ayudado a que el hecho primase sobre el derecho. En ese intento por liberarse, por convertir sus cuerpos y existencias en un campo de batalla o en una obra de arte, han caído en la trampa, abriendo paso a la invasión de la biopolítica sobre los mismos cuerpos que pretendían salvaguardar. Todos ellos ignoran, a propósito o por descuido, que:

 […] si existen relaciones de poder a través de todo el campo social, es porque por todas partes hay libertad. Es decir, existen efectivamente estados de dominación. En numerosos casos, las relaciones de poder están fijadas de tal modo que son perpetuamente disimétricas y que el margen de libertad es extremadamente limitado. […]. No se me puede atribuir la idea de que el poder es un sistema de dominación que lo controla todo y que no deja espacio a la libertad. (1)
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(1) Foucault, M., “La ética del cuidado de sí” en Estética, ética y hermenéutica: obras esenciales. Volumen III. Paidós, Barcelona, 1999. Pág. 405  

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