“Cuando la
inercia sustituye al primer motor (o, como quizás habría que decir mejor:
cuando lo desaloja), la potencia queda abandonada a sí misma, convertida en un
movimiento sin fin (es decir, puramente mecánico), en un apetito insaciable que
sólo se alimenta de sí mismo, en un deseo que ya no es anhelo de un objeto sino
dinámica ilimitada y vacía que ningún objeto puede satisfacer (y que avanza de
frustración en frustración hasta ocupar el mundo, siempre con la experiencia de
una “próxima vez” perpetuamente desplazada, al no tener fin final alguno con
respecto al cual considerarse exitosa o fracasada). Este reinado de la potencia
y de la inactualidad sería el reinado de la indeterminación, de la materia
amorfa que el intercambio generalizado torna universalmente equivalente y la
tecnología hipertrofiada convierte en cuerpo infinitamente moldeable,
domesticable y manipulable a voluntad, pero a una voluntad que no sería ya sino
voluntad de voluntad, que inhibe toda actualidad y toda acción, que conseguiría
que el amor se trocase en autoconsumo animal y violento. Sin un dios inmóvil
que señale un fin al movimiento y un límite a la potencia, la actualidad pierde
su primado y la realidad toda se convierte en realidad potencial o virtual
[…].”
José Luís Pardo, "Las desventuras de la potencia", en LOGOS. Anales del Seminario de Metafísica, Vol.35, 2002.
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