viernes, 22 de marzo de 2013

Notas sobre lo moderno II

No considero intelectualmente honrada una crítica a la modernidad que la devaste en su totalidad. Si algo sabemos sobre la modernidad, es que ésta es dualidad. Mi intención es abrir una vía crítica a la modernidad desde dentro de la propia modernidad que habilite la salida a la aporía en la que nos vemos inmersos. Es decir, no quiero situarme en el pensamiento tradicionalista, pero tampoco quiero acercarme lo más mínimo a eso que se ha dado en llamar posmodernidad.

Si en la anterior entrada he desarrollado, quizás un poco burdamente, unas ideas sobre la modernidad, aquí me gustaría expresar esa dualidad.

Bien, vayamos con las dos caras de esa moneda llamada modernidad.

La modernidad tiene una cara buena, y una cara perversa. Por un lado, la modernidad significó una crítica al uso indiscriminado de la razón por parte del dogmatismo racionalista cartesiano. Esto lo hizo Kant, pero no obtuvo los resultados deseados, pues el mismo quedó preso de ciertos mecanismos perversos. Pero es cierto que esta crítica acompañó a la modernidad. Esta cara de la modernidad conecta con la libertad y con un tipo de pensamiento no antropológico (crítico con la antropología) que nos dejó como herencia las categorías, irrenunciables, de libertad, de igualdad y de crítica. Esta cara buena de la modernidad se encarnó en el intento infructuoso de Kant, en Marx, en Arendt, en Berman o en Losurdo. Pero la cara siniestra no se vio minimizada por el proyecto bueno de la modernidad. La perversidad no se arrugó y tomo fuerza. El intento del hombre moderno por dominar la naturaleza acabó convirtiéndose en la realidad de la dominación del hombre por el hombre, y en su animalización. El dogmatismo racionalista defendía un gran cogito que acabó convirtiéndose en víctima de sí mismo. Esa razón deificada acabó por convertir a los hombres en algo más que animales o cosas. Esta modernidad sesgada, perversa, originó toda una serie de tecnologías políticas que alimentaron al capitalismo. El capitalismo surgía, pero podía no haber perdurado. Pues fueron estas tecnologías políticas las que permitieron su supervivencia y su implantación. Por un lado, la modernidad parecía llevar a la libertad. Por otro, nos encaminó hacia la dominación. Ahora me gustaría trazar bien ese desplazamiento.



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