martes, 7 de mayo de 2013

La aporía que se muerde la cola


“El dinero humilla a todos los dioses del hombre y los convierte en una mercancía… Hasta el mismo amor, la relación entre hombre y mujer, se trueca en un objeto comerciable”[*]



 
Hasta este momento, he estado escribiendo sobre cómo el lado más tóxico de la modernidad ha culminado en un sistema económico, político, social y filosófico muy determinado: el capitalismo de corte neoliberal. Un sistema que, siguiendo el camino marcado por la implantación del dogmatismo racionalista más perverso, hace del sujeto algo carente de mismidad y totalmente artificial. Llegado a este punto, trataré de exponer el carácter aporético que impregna la concepción de sujeto, de libertad y de lucha política, pues si Michel Foucault sostuvo acertadamente que “De forma general, los mecanismos de poder nunca han sido muy estudiados en la historia”[1], nosotros podemos decir que tampoco los mecanismos de resistencia política lo han sido. Y esto nos lleva directamente a un callejón sin salida. Si Lenin se preguntó, nada más iniciado el siglo XX, ¿qué hacer?[2], nosotros, entrado ya el siglo XXI, sólo podemos hacernos una pregunta: ¿cómo hacer?, ¿cómo hacerlo?, pues quizás ya no hay que preguntarse por el qué, sino el por el cómo.

Los efectos más negativos y crueles del neoliberalismo han sido criticados desde muchas perspectivas. Sin entrar en detalles sobre el contenido de estas críticas, pues excede los propósitos de esta nota, nos centraremos en un aspecto: la mayor parte de las propuestas que se plantean como alternativa al neoliberalismo, como crítica a sus efectos y fundamentos, nos llevan directamente a un callejón sin salida del que es difícil salir airoso. Veamos qué sucede y por qué sucede.

Poco más hay que decir sobre el momento en el que estamos viviendo. De él han dado cuenta, desde diferentes puntos de vista, autores como Bauman, Negri, Agamben, Beck, Esposito, Butler y otros[3]. Si bien la lectura de sus obras es, como mínimo, de máximo interés, nosotros nos planteamos la situación aporética –y casi angustiosa– en la que vivimos en otros términos, huyendo de cualquier planteamiento metafísico, biopolítico o derrotista y optando siempre por la recuperación de un sujeto al que se le han arrancado, tanto un doble modo de ser como una constitución interna. Por lo tanto, nuestra propuesta, nuestra respuesta a ese cómo, es ontológica, pero también es política y mundana.

El lado perverso de la modernidad nos ha traído a un mundo que, siguiendo a Foucault, es un mundo sin hombres. El hombre no puede ser solamente aquel individuo animal perteneciente a la especie Homo sapiens. Tampoco puede ser una unidad individual dotada de un tipo de racionalidad –racionalidad, no lo olvidemos, animal– capaz de gestionar calculadamente el medio entorno en el que está inserto. Tampoco es una unidad de conducta[4]. Y, por lo tanto, si estamos en un mundo sin hombres, donde prima el lado biológico en detrimento de lo específicamente antropológico, tampoco habría política como tal. No obstante, sí hay un tipo de gestión, de administración, de control por parte de instituciones, pues un mundo sin hombres y sin política no es el estado de naturaleza descrito por Hobbes o por Rousseau, sino que es el mundo en el que vivimos: cuerpos y biopolítica.

Por lo tanto, el callejón sin salida en el que nos encontramos es el siguiente: el capitalismo neoliberal ha construido un mundo que es réplica exacta del mercado, un mundo en el que concurren sujetos humanos a los que se ha arrebatado su estatuto ontológico de hombre y, por lo tanto, ya no son hombres sino simplemente cuerpos sin forma, materia descualificada, flujos de capital, bienes y servicios. Entonces, ¿cómo el espacio antropológico puede seguir siéndolo si no hay hombres? La respuesta a esta pregunta es difícil, y no puede darse sin realizar previamente un análisis profundo de ciertas cuestiones.

... Y eso es lo que pretendo hacer durante estos días. Cafeína, nicotina y aporías.



 



[*] Marx, K., y Engels, F., El Manifiesto Comunista, Editorial Ayuso, Madrid, 1974.


[1] Foucault, M., “Entrevista sobre la prisión: el libro y su método” en Microfísica del poder, Ediciones La Piqueta, Madrid, 1980, pág. 26.
[2] Lenin, V.I., “Qué hacer” en Obras completas, Editorial Progreso, Moscú, 1981, págs. 1-203.
[3] Debido a que la exposición de las propuestas de todos estos autores se sale del objetivo de este trabajo, remitimos a la lectura de los siguientes textos:
Bauman, Z., Modernidad líquida, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999.
Negri, T. y Hard, M., Imperio, Paidós, Barcelona, 2002.
Beck, U. La sociedad del riesgo mundial : en busca de la seguridad perdida, Paidós, Barcelona, 2008.
Butler, J., Violencia de Estado, guerra, resistencia : por una nueva política de la izquierda, Katz-CCCB, Barcelona, 2011.
[4] Estas consideraciones sobre el hombre son lo que Foucault denomina modos de objetivación del sujeto. Maneras por las cuales, el hombre pierde su naturaleza antropológicamente humana. El hombre, por naturaleza, es algo más, y eso es lo que se trata de reconstruir.

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